Euro Digital vs Bitcoin: ¿Una nueva era del dinero o un control total del Estado?

En un mundo que se digitaliza a pasos agigantados, el dinero no iba a quedarse atrás. La pregunta ya no es si el efectivo va a desaparecer, sino qué lo va a reemplazar. En este contexto, el euro digital entra en escena con fuerza, rodeado de promesas, sospechas y un mar de interrogantes.

En una conversación organizada por la Universidad de las Espérides, con figuras como Juan Ramón Rallo y Álvaro de María —director del Máster en Bitcoin— se puso sobre la mesa uno de los debates más urgentes de nuestra época: ¿debemos avanzar hacia un euro digital?

¿Qué es el euro digital?

La idea parece sencilla: si hoy el Banco Central Europeo ya emite euros físicos, ¿por qué no podría emitir euros digitales? En apariencia, no cambia el fondo, solo la forma. Pero el diablo, como siempre, está en los detalles.

El euro digital no es simplemente tener una app más en el celular. Es un rediseño del sistema monetario. Significa que el Banco Central emitiría directamente dinero accesible al ciudadano de a pie. Suena bien, pero el riesgo es alto.

¿Para qué sirve y qué lo diferencia del dinero que ya usamos digitalmente?

Hoy, cuando pagás con tarjeta o transferís desde tu app bancaria, lo que usás no son euros "reales" del Banco Central, sino promesas de pago de tu banco. En otras palabras: estás confiando en una institución privada que te dice que tiene esos euros. El euro digital sería, en cambio, un euro directo, sin intermediarios, sin bancos en el medio. Tu dinero sería realmente tuyo… o del Banco Central, según cómo lo mires.

Este cambio tendría implicancias brutales. El sistema financiero actual vive de gestionar el dinero de los ciudadanos. Si la gente pudiera tener directamente su dinero en el Banco Central, ¿qué papel quedarían jugando los bancos?

El problema de fondo: el control

Uno de los temas más delicados del debate fue el riesgo político. Con una CBDC (moneda digital de banco central), el poder de un gobierno sobre el dinero se multiplica. No solo puede emitirlo a voluntad, sino también rastrear cada transacción, imponer límites, congelar fondos, segmentar el uso del dinero según criterios ideológicos, sociales o fiscales.

Hoy, el efectivo permite el anonimato. Mañana, el euro digital podría permitir una trazabilidad total.

Como dijo Álvaro de María, “el problema no es solo tecnológico, es profundamente político”.

Bitcoin vs. Euro digital: dos mundos que chocan

El debate inevitablemente aterrizó en Bitcoin. Mientras el euro digital es centralizado, programable y con oferta flexible, Bitcoin es todo lo contrario: descentralizado, transparente y con una oferta limitada y conocida.

La diferencia no es menor. Bitcoin nace de una filosofía de desconfianza hacia el poder político. El euro digital, por el contrario, deposita todo el poder en manos del Estado.

¿Podrían convivir? Tal vez. Pero no sin tensiones.

Privilegios bancarios y subsidios invisibles

Durante la charla, Juan Ramón Rallo expuso una verdad incómoda: el sistema bancario está lleno de protecciones, subsidios y mecanismos de rescate que distorsionan el mercado.

“Si el sistema funciona tan bien, ¿por qué necesita 140.000 millones en ayudas?”, preguntó con ironía. Y es una pregunta legítima. Si se socializan las pérdidas y se privatizan las ganancias, el sistema está viciado desde el origen.

El euro digital, según cómo se implemente, podría reforzar este modelo… o desmontarlo por completo.

La oportunidad y el peligro

Como toda herramienta poderosa, el euro digital tiene dos caras. Puede democratizar el acceso al dinero, reducir costos de transacción, ofrecer seguridad a los desbancarizados y facilitar pagos internacionales. Pero también puede volverse un arma de control, un instrumento de ingeniería social y un riesgo sistémico para la libertad financiera.

La tecnología no es neutra. Y los incentivos del poder tampoco.

¿Avance o retroceso?

No hay una respuesta simple. El euro digital podría ser una evolución lógica del sistema monetario, o una trampa elegante hacia un modelo de control total.

Lo que está claro es que no podemos permitir que nos vendan como innovación lo que puede terminar siendo vigilancia. El debate recién empieza, y el futuro del dinero —y de nuestra libertad— está en juego.

Si no lo discutimos ahora, después puede ser demasiado tarde.

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Miguel Hernández
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