¿Cómo emprender mi propia consulta de psicología?

CalimanaCalimana
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¿Y si monto mi propia consulta de psicología?

Marina me lo dijo una tarde, entre risas nerviosas y un café que se enfriaba demasiado rápido:

“No sé si me estoy volviendo loca… pero creo que quiero montar mi propia consulta.”

La miré y sonreí. No era la primera vez que escuchaba esa frase, y siempre venía acompañada del mismo cóctel: ilusión, vértigo y un montón de preguntas disparadas sin orden.

Cuando llevas un tiempo trabajando en una clínica o acabando el máster sanitario, la idea de montar tu consulta propia se mete como una canción en la cabeza. Y ya no se va. Puedes intentar ignorarla, pero aparece cuando menos lo esperas: mientras haces un informe, cuando calculas tu porcentaje por paciente, o al salir de una sesión pensando que podrías crear un espacio más tuyo, más coherente con tu forma de trabajar.

La cuestión es que, en cuanto la idea aparece, también aparecen sus hermanas gemelas: las dudas.

  • ¿Cuánto necesito ahorrar para empezar?

  • ¿Me asocio o voy sola?

  • ¿Dónde pongo la consulta?

  • ¿Lo hago físico, online o híbrido?

  • ¿Qué precio pongo para que sea justo y rentable?

  • ¿Y si me va mal y tengo que volver a trabajar para otro?

Hoy vamos a responderlas una por una, no con teoría de manual, sino con experiencia real. Historias contadas por terapeutas que han pasado por ahí —como Marina y Ana— y que sobrevivieron para contarlo.


El dinero: cuánto tener antes de lanzarte

Lo primero que todo el mundo quiere saber, aunque a veces les da vergüenza preguntar: ¿cuánto tengo que tener en el banco para atreverme?

Ana, que pasó de trabajar para otros a abrir su propio espacio, lo dijo sin rodeos en una de nuestras mentorías:

“No calcules solo alquiler y material. Calcula también meses sin ingresos al principio. Eso te da margen para arrancar sin trabajar desde el miedo.”

Esa frase vale oro. Porque lo que te mata al inicio no es no tener pacientes, sino sentir que tienes que llenar la agenda ya mismo para pagar el mes. Esa presión se nota en cada conversación con un paciente y te coloca en un lugar nada terapéutico: el de vendedor desesperado.

La referencia más segura: ten cubiertos entre 6 y 12 meses de tus gastos fijos antes de abrir la persiana. Esto incluye:

  • Alquiler (o alquiler por horas si empiezas así).

  • Colegiación y seguros.

  • Gestoría y contabilidad.

  • Marketing básico (web, dominio, fotos).

  • Licencias y material.

  • Y, muy importante: un “colchón emocional” que te permita decir que no a casos que no encajan contigo sin que se te hiele la sangre.

¿Que no tienes ese colchón? Entonces la conversación no es “abro ya” sino “cómo creo ese colchón en X meses”. No es tan sexy, pero es lo que separa a un proyecto que crece tranquilo de uno que se estrella en seis meses.


¿Sola o acompañada?

Este es otro clásico. Te atrae la idea de compartir gastos y compañía… pero también te da miedo perder autonomía.

Marina lo vivió en carne propia:

“Me asocié y aprendí que antes de abrir hay que sentarse y hablar de todo: horarios, roles, cómo se reparten gastos y beneficios… y por escrito. Te ahorras disgustos después.”

Es tentador unirte con alguien solo porque “nos llevamos bien y tenemos la misma visión”. Spoiler: la visión cambia, los ritmos cambian, y las amistades no pagan facturas.

Mi recomendación: si tienes dudas, prueba antes con coworking o alquiler por horas. Compartes espacio, ves cómo es trabajar junto a otros, y si después queréis unir fuerzas, será una decisión basada en experiencia, no en intuición romántica.

Ventajas de ir sola:

  • Control total sobre tu marca, tarifas y metodología.

  • Rapidez para tomar decisiones.

  • Te llevas todo el beneficio (y todo el riesgo).

Ventajas de ir con socios:

  • Inversión inicial compartida.

  • Apoyo emocional y logístico.

  • Más ideas y contactos desde el principio.


El lugar: físico y digital

Elegir ubicación no es pasear por la ciudad y enamorarte de un local con buena luz. Es análisis puro y duro.

Ana lo contó así:

“Hice mi pequeña investigación… listas de espera en otros centros, qué especialidades faltaban y, sobre todo, que fuera fácil llegar en transporte público y coche.”

Piensa en tres cosas:

  1. Demanda real en tu zona: si hay mucha, bien; si hay poca, tendrás que crearla con marketing y nicho claro.

  2. Competencia: no es solo cuántos psicólogos hay, sino qué hacen y a quién atraen.

  3. Accesibilidad: porque un paciente que no puede aparcar o tarda 40 minutos en transporte probablemente no vuelva.

Y ojo, tu ubicación no acaba ahí. Tu dirección digital importa tanto como la física. Un perfil optimizado en Google y redes puede traerte pacientes que no sabían que estabas a dos calles de ellos.


¿Presencial, online o híbrido?

Marina se dio cuenta pronto de que el formato no es una cuestión solo tuya:

“Muchos pacientes me pedían combinar: una sesión en persona, otra online si viajaban o estaban liados. Al final lo vi como una oportunidad, no un problema.”

  • Presencial: vínculo más directo y cercano.

  • Online: amplitud geográfica, flexibilidad, menos costes fijos.

  • Híbrido: resistencia ante cualquier imprevisto.

En 2025, la pregunta ya no es si deberías ofrecer online, sino cómo lo vas a integrar en tu propuesta.


El precio: ni miedo ni culpa

Aquí es donde muchos se bloquean. “No quiero que me vean caro” o “no sé si la gente pagará eso”.

Ana, pragmática como pocas, lo dice así:

“Si tú no transmites seguridad con tu tarifa, el paciente lo nota. Yo revisé precios de mi zona, valoré mi especialidad y decidí lo que me hacía sentir cómoda. Y desde ahí, firme.”

Pasos para fijar tu tarifa:

  1. Investiga precios de referencia en tu área y especialidad.

  2. Define tu valor diferencial: experiencia, enfoque, formación.

  3. Decide si tendrás bonos, tarifas sociales o packs.

  4. Comunícalo como parte natural de tu servicio, sin excusas ni titubeos.

Recuerda: el precio no solo paga tu hora. Paga tu formación, tu supervisión, tu tiempo de preparación y la estructura que sostiene el proceso.


Lo mínimo para arrancar

Antes de ver a tu primer paciente, asegúrate de tener:

  • Alta en el colegio profesional.

  • Seguro de responsabilidad civil.

  • Cumplimiento de la Ley de Protección de Datos.

  • Herramienta de gestión (agenda, facturación, historia clínica).

  • Si es presencial: licencia de apertura y espacio que cumpla normativa.

Parece obvio, pero te sorprendería cuántos abren sin checklist y luego pagan el doble por regularizar.


Conseguir los primeros pacientes

Aquí es donde el romanticismo choca con la realidad. No basta con poner un cartel y esperar.

Tus tres canales iniciales:

  1. Red de contactos: compañeros de máster, profesores, supervisores, amistades que sepan a qué te dedicas.

  2. Marketing digital mínimo viable: web sencilla, perfil optimizado, presencia coherente en una red social que domines.

  3. Directorios éticos: plataformas como Calimana, que además incluyen un test para conectar pacientes con terapeutas compatibles desde la primera sesión.

El objetivo al inicio no es llenar la agenda en un mes, sino crear un flujo constante y predecible.


Lo que nadie te dice

Montar tu consulta es aprender dos profesiones: terapeuta y empresaria.

Marina lo explicó entre risas:

“Un día estás hablando de apego… y al siguiente revisando el contrato de internet o cuadrando el IVA.”

Eso significa que vas a tener que tomar decisiones incómodas: decir que no a pacientes que no son tu perfil, invertir en marketing antes que en decoración, y bloquear tiempo para tu formación aunque te duela dejar huecos en la agenda.

La buena noticia: cada decisión te acerca más a un espacio que es 100% tuyo.


La pregunta final: ¿cuándo es el momento?

Ana lo resumió mejor que nadie:

“El momento perfecto no existe. Lo que sí existe es empezar con cabeza y dejar que el resto se construya por el camino.”

Si estás esperando la señal definitiva, aquí está: empieza a prepararte. Haz números. Crea tu colchón. Define tu visión. Habla con colegas que ya lo han hecho.

Y cuando tu preparación sea suficiente para que el miedo se sienta más como emoción que como pánico, entonces es momento de abrir la puerta.


Conclusión Calimana: montar tu consulta no es un salto al vacío, es un puente que construyes mientras lo cruzas. Pero no tienes que hacerlo a ciegas ni solo. Usa las herramientas, la experiencia de otros y los canales que ya existen para encontrar a tus pacientes ideales.


Historias reales de como emprender tu práctica de psicología - Marina y Ana

Marina: del “algún día” al “hoy”

Marina llevaba años trabajando en clínicas ajenas. Buena profesional, agenda llena… pero la sensación de techo era insoportable.

“Me veía toda la vida trabajando para otros y pensé: o lo intento ahora o lo dejo para siempre.”

No tenía todas las respuestas, pero sí un plan básico y, sobre todo, la decisión de no esperar el momento perfecto. En menos de seis meses, tenía un espacio propio y pacientes que


Ana: de la comodidad a la incertidumbre (y de ahí al crecimiento)

Ana no estaba mal en su clínica. Tenía compañeros, estabilidad y un sueldo seguro. Pero algo chirriaba.

“Había cosas que yo haría distinto… y no podía. Tenía que probar.”

Ajustó sus ahorros, buscó localización, hizo sus números… y en el camino descubrió que montar una consulta no es solo abrir una puerta: es abrir un mundo nuevo de decisiones, libertad y aprendizaje.


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